He
notado, mi amado Eros, que somos parecidos. De cierta forma observamos y sacamos conclusiones sin preguntar. Sabrás, amor, que te he leído y te he sentido ajeno y yo a la defensiva. Pero ¿No notabas que te escribía a ti? ¿A quien más podría escribirle con ese sentimiento? Pero ahora caigo en cuenta que no hay más de lo que te he demostrado y
viceversa. Nos ciega el miedo a ser de nuevo lastimados. Acaso corazón mío
¿no nos lastimamos más alejándonos? Dejando a un lado lo que puede ser. Te lo
digo, amor, con el corazón en la mano y con un te quiero en la punta de la
lengua. De estar de acuerdo, déjame un “te espero” en la misma luna que vemos.
Y si llegase a ser ¿Me dejarás el lado izquierdo de la cama?
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